Paseo XXII: "Como agüita fresca"

Paseo XXII: "Como agüita fresca"

 

“Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero”. Apoc. 22:1

 

Hace un mes llegó a este lado del hemisferio el Señor Verano. Con él los días más bellos, las tardes enormes, el sol más ardiente, los paseos eternos, los amigos, las comidas, las charlas, los juegos, las risas y el agua, mucha mucha agua.

Este ha sido el primer verano de mi hija. Y con él, el descubrimiento de esta cosa tan suave y fresquita que se le escurre por los dedos, que la deja verse su propia manita, que le quita el calor y también le quita algún berrinche.

El agüita fresquita que nos acompaña todas las tardes desde hace un mes, con la puerta del patio abierta y la regadera a toda marcha.

El agüita fresquita que la engaña en las noches largas, cuando queriendo volver a tomar leche le sorprende, con su sabor a nada, pero con un sabor tan bueno a suficiente.

El agüita fresquita que le golpea la cara al chapotear con sus manos tras un buen baño.

El agüita fresquita que se traga en cada piscina, cada río, cada lago, hasta en el mar. Todas tan iguales, pero que le saben tan distinto.

 

En este, nuestro primer verano, he descubierto junto con ella, lo importante que en esta vida puede ser el agua.

Y así fue que una de estas tardes, pensando en el calor y en un buen chapuzón, viendo a mi hija en su bañera, entendí que sin el agua, la vida no sería igual. Y menos para ella.

Como para entender el verdadero valor de las cosas hay que ir al orígen de todo, compartir con mi hija el descubrimiento del agua me ha dado la posibilidad de entender su importancia, valorarla, y tristemente, darme cuenta que es importante ver el agua en todas sus facetas.

En una búsqueda simple de Internet podemos aprender muchas cosas.

El agua es esencial para la supervivencia de todas las formas conocidas de vida.

Es un elemento común del sistema solar, hecho confirmado en descubrimientos recientes. Puede ser encontrada, principalmente, en forma de hielo; de hecho, es el material base de los cometas y el vapor que compone sus colas.

Se estima que aproximadamente el 70% del agua dulce es usada para agricultura. El agua en la industria absorbe una media del 20% del consumo mundial, empleándose en tareas de refrigeración, transporte y como disolvente de una gran variedad de sustancias químicas. El consumo doméstico absorbe apenas el 10% restante.

Y, como todo en este mundo, manchado por el dolor y el pecado, el agüita fresquita que descubrió mi hija este verano y que aprendí a valorar junto con ella, tiene un lado no menos importante de conocer.

Desde hace algunos años los técnicos están advirtiendo sobre la importancia de garantizar el acceso al agua para todos los habitantes y la posibilidad de que en el futuro también se promuevan guerras para su control, como sucede hoy con el petróleo y otros recursos fundamentales para la industria y la supervivencia humana.

El consumo de agua contaminada o no potable, provoca el 88 % de las enfermedades en el mundo. Asegurar su acceso a todos los habitantes, podría salvar la vida de 1,4 millones de niños cada año.

La falta de saneamiento de agua “es uno de los más grandes escándalos del mundo“. Según un informe, el número de personas sin acceso a agua potable cayó por debajo de los mil millones, contra los mil 400 millones del año pasado.

El director general del Instituto Internacional del Manejo del Agua, Colin Chartres, sostiene que las causas de la escasez hídrica son esencialmente las mismas de la crisis alimentaria.

Hay factores serios y extremadamente preocupantes que indican que las fuentes de suministro de agua está cerca de agotarse en algunos países”.

Chartres destacó que, según las estimaciones actuales, el mundo no tendrá suficiente agua para abastecerse en 40 años, “para cuando la actual crisis alimentaria puede convertirse en perpetua”.

Por otro lado, el agua del grifo que hoy en día consumimos, es agua tratada con una gran cantidad de contaminantes. El cloro es un agente oxidante muy potente que destruye la vitamina E, altera la flora intestinal y es un factor de riesgo en el cáncer (al igual que los nitratos). El exceso de flúor está relacionado con arterioesclerosis, osteoporosis, esperma defectuoso, menor producción de serotonina y en la síntesis de ADN y daños en el riñón.
Beber aguas duras, es decir, cálcicas, con los años contribuye a la formación de endurecimientos articulares, arteriales y renales. En el agua, supuestamente potable, hay más de 260 sustancias (plomo de las cañerías, asbesto, arsénico, cadmio, trihalometanos, nitratos, atrazina, plaguicidas…), más de la mitad sin regular, como las de las decenas de medicamentos que son excretados por las personas y los animales y que no son eliminadas con la tecnología actual de las depuradoras.

Y así se podría continuar, la información  que hay respecto al agüita fresquita que hemos disfrutado este verano. Es triste, desoladora y preocupante. No podemos mirar hacia otro lado. Mi hija, en su adultez, probablemente solo tendrá los recuerdos de un agua limpia, libre y gratis para todos.

Este mundo no tiene esperanza, no hay esperanza ni para los recursos básicos, los recursos que curiosamente más abundan en el mundo, pero que más hemos contaminado.

Sin embargo, una vez más, Jesús es nuestra esperanza.

“Quien tenga sed, que venga a mí, y beberá. Quien cree en mí de él correrán ríos de agua viva(Juan 7,38) Es una promesa espiritual, para un alma sedienta, pero sin duda, al leer el devastador pronóstico científico que le espera al agua para el futuro, se transforma en una especial promesa de esperanza.

Pero nuestro Señor es aún mejor, curiosamente, la descripción que la Biblia hace de su trono, el que nos acojerá eternamente y que nos rescatará de este mundo, nos alienta con esperanza, conociendo lo trascendente que será para nosotros entonces un adjetivo tan simple como el que utiliza:

Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero”. Apoc. 22:1

Al disfrutar este verano del aguita fresquita, al caminar junto a un lago, un río, o junto al mar, valorad con vuestros hijos el don del agua. Mientras jugáis en una piscina o descansáis relajados en una playa, pensad en la bendición que poseéis y compartid esto con vuestros hijos. Permitidles conocer estos versículos, que los puedan grabar en sus corazones, y que un día “quiten su sed” y los llenen de esperanza. Tenemos el deber de hacer niños responsables de un recurso tan valioso y escaso, pero tenemos la bendición de poder hacerlos conocedores de una gran esperanza.

Que disfrutéis del verano, del calor, de la familia y sobre todo del agua.

Venga, me voy a tomar un buen vaso de agua, a vuestra salud!


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«Instruye al niñ@ en su camino y ni aún de viejo se apartará de él Prov. 22:6