Paseo IX: La misión del ave mensajera

Paseo IX: La misión del ave mensajera

«Y Dios los bendijo diciendo: Fructificad y  multiplicaos, y llenad las aguas en los mares, y las aves se multipliquen en la tierra.» Génesis 1:22

El quinto día de la Creación había sido un éxito. El Paraíso recién creado se había llenado de una alegre sinfonía de silbidos, cantos, chapoteos, etc… Igual que todos aquellos seres de plumas o aletas, ella lo había oído de boca misma del Creador: “fructificad y multiplicaos(Gn 1:22). Sí, ese era el mandamiento, su misión como criaturas. Se miraban unos a otros reconociendose como aves y peces, cada uno según su especie. Y ella ya sabía el lugar que ocupaba en el recién estrenado mundo: era un ave, un ave con un cometido, y obedecería a Quien se lo había encomendado ¿Cómo fallarle al mismísimo Dios?

Poco a poco fue descubriendo las habilidades con las que el Creador la había dotado: tenía un sentido de la orientación excepcional, su agudo sentido de la vista le permitía valorar los todos los detalles de aquella naturaleza exuberante y su velocidad de vuelo era de las más rápidas del firmamento. ¡Se sentía tan privilegiada! ¡Acababa de vivir su primer día de vida y se sentía exultante de alegría! En seguida al día siguiente se entontró con otras compañeras de vuelo: todas contaban la cantidad de nuevos animales que habían visto ¡todos tan diferentes y hermosos! Y más tarde posádose en la rama de un imponente árbol, observaron con detenimiento como Dios moldeaba con sus manos una figura de barro, que tras insuflarle aliento, hizo cobrar vida el ser más extraordinario que habían visto entre todos los recién creados. Era encantador ver a aquél humano descubrir la naturaleza que le rodeaba. ¡Parecía entusiasmado! Mientras nombraba a todos los animales que se cruzaban a su paso,  se acercó a la rama donde estaba ella y le dio un nombre. ¡Qué contenta se puso! ¡Ya sabía cómo se llamaba ella! ¡Y además le presentó a un compañero igualito a ella! ¡Qué emocionante! Pero se notaba que aquél hombre buscaba a alguien más ¿Quizá alguien también igual a él? Entonces vio como Dios lo despertó de un extasiado sueño con la insuperable maravilla de su auténtica compañera ante sus ojos, y oyó la misma orden del Creador para la primera pareja humana: “fructificad y multiplicaos” (Gn 1:28). Entendió que aquello era tan importante que no podía vanalizarse ni tomarse a la ligera, que merecía el mayor de los respetos pues era lo que Dios había dispuesto para su bien.

Así que con su compañero construyeron un nido y esperaron su descendencia. Impacientes se turnaban para cuidar los huevos, pues en su especie macho y hembra incuban por igual. Pero mientras, algo raro pasó: las ojas del árbol donde anidaban comenzaron a caer… Nunca había pasado algo así. El mundo parecía haber cambiado de repente y no lo entendían… Para colmo se extrañaron de que la pareja humana ya no viviera allí. Cuando nacieron sus crías se trasladaron de nido buscando volver a encontrar dónde estaban los seres humanos, pero lo que vieron no les gustó nada: los dos hijos de la primera familia se estaban peleando entre sí y de repente uno mató al otro. ¡Qué desgracia! ¿Qué pasaría ahora con los hombres? Dios le había encomendado fructificar, entre otras muchas cosas, ¿y ellos en lugar de multiplicarse se dividían? Estaba claro que esa triste situación necesitaba una restauración, las cosas debían volver como al principio, cuando recién surgidos de la nada Dios dijo que todo era bueno en gran manera. Por eso aquella humilde ave se alegró mucho cuando la pareja humana tuvo un nuevo hijo, una nueva oportunidad, que el Señor mismo les había prometido para, a través de Uno de su descendencia, sería restablecido el orden y la paz del inicio. Y recordando cuál era su misión, decidió además hacerse mensajera, mensajera para transmitir esa esperanza aprendida, a través de las siguientes generaciones, así cuando cualquier humano se encontrara con un ave de su especie podría recibir un mensaje de paz.

Unos pocos siglos después una tataranieta de aquella simpática ave pudo transmitir un gran mensaje de paz a los pocos humanos y muchos animales que sobrevivían en un arca de madera, surcando un mundo inundado de agua. La ramita de olivo que llevó en su pico fue un mensaje sin palabras sobradamente entendido por ellos: volvía a haber tierra seca y árboles en ella. Paralelamente a la Creación, tras el desorden del Diluvio: 1) volvió a verse la luz quitando la cubierta de aquella arca, 2) las aguas se habían retirado y 3) la tierra de su alrededor estaba seca con vegetación (Gn 8:11-14); 4) como señal en el firmamento esta vez brilló un arco de colores (Gn 9:13) y 5) a los animales y humanos Dios les volvió a dar el mandamiento de “fructificar y multiplicarse(Gn 8:17, 9:1,7). También a las aves. También a la descendiente de aquella ave.

Y unos cuantos siglos después, hoy me he encontrado una tataratataratataratatara-nieta de nuestra ave protagonista. ¿Adivináis dónde? Estaba en un parque cerca de mi casa. Bueno, podría estar en cualquier parque o plaza de cualquier ciudad o pueblo de cualquier país.  Sí, esta ave y cientos, miles como ella están en casi todas partes, podéis observarlas al pasear por el parque de tu ciudad una tarde de sábado. Ya sabes, tenían una misión: “fructificar y multiplicarse”. Y justo eso mismo he descubierto que hacía después de observar detenidamente el comportamiento curioso de un macho de su especie que la perseguía incansable por todo el parque, con el papo bien hinchado de plumaje brillante, la cola abierta en abanico y “cucurrucando” su especial arrullo grave de ritual de apareamiento.

Y lo he entendido claramente ¿recuerdas? La PALOMA quiso ser mensajera. Con su danza en pareja por el parque me transmite un mensaje de paz que me transporta al origen. Porque ella, ajena a lo que ocurra alrededor, sigue cumpliendo lo ordenado por el Creador, en su instinto está esa fiel obediencia. Y la aplicación trasciende a lo espiritual: “fructificad y multiplicarse es también la misión de un cristiano con el mensaje de paz y esperanza transmitido por Dios. “Id y haced discípulos a todas las naciones… (Mt 28:19). Pues Él hará nuevas todas las cosas” (Ap 21:5) y eso mismo debemos compartir alzando el vuelo.

¡FELIZ SÁBADO!


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«Instruye al niñ@ en su camino y ni aún de viejo se apartará de él Prov. 22:6