Paseo III: Mirando hacia arriba

Paseo III: Mirando hacia arriba

Desde que salgo a pasear empujando un carrito me tomo la vida con otra filosofia, mucho más alegre por supuesto. Aunque mi pequeño todavía no es capaz de diferenciar muchas de las cosas que ve, voy guardando en mi memoria una especie de recopilatorio de los lugares donde, cuando sea más mayorcito, voy a volver a pasear con él para que descubra las cosas tan interesantes que en algún momento me han llamado la atención también. Y es que la naturaleza nos ofrece sorpresas aún en los rincones más inesperados.

Tal es el caso de las pequeñas cotorras australianas, fácilmente reconocibles en algunas ciudades de la Península Ibérica por el colorido verde brillante de su plumaje y sobretodo por su característico sonido que siempre recuerda a latitudes más exóticas. Alguien me contó que estas cotorras no son una especie autóctona y en algunos lugares incluso se han llegado a convertir en una plaga urbana por no tener depredadores naturales. Plaga o no, la cuestión es que, al menos para mí, descubrirlas volar con su animado canto me transmite alegría y cierta diversión al imaginarme a mi hijo señalándolas con el dedo mirando hacia arriba y riendo a carcajadas.

Es curioso, cuántas cosas descubrimos si por un instante elevamos la vista del suelo, del gris asfalto y simplemente... miramos hacia arriba, miramos con la visión ingenua de un niño...

Volviendo a las cotorras, en uno de esos paseos con carrito, ahora que las hojas de los plátanos de sombra dejan desnudas sus ramas, me llamó la atención unos mazacotes extraños de ramas sobre un grupo de estos árboles... aparentemente no tenían una forma definida y no entendía qué era aquello que quedaba tan feo. Hasta que observando detenidamente ví que esas curiosas bolas tenían en un costado lo que parecía una abertura, como un agujero ¿Qué era eso tan raro? Estaba a punto de pasar de largo cuando me sorprendió el sonido de un par de cotorritas simpáticas que se acercaban volando y ¡oh sorpresa! se posaron en el agujero del mazacote de ramas y entraron en hacia su interior: ¡era su nido! Me quedé un buen rato mirando hacia arriba. Y como si lo supieran y quisieran salir a saludarme, la pareja de cotorritas asomaron sus verdes cabecitas por la puerta de su casita en las alturas.

Me conmovió la imagen: aquellas cotorras, que algunos consideran aves indeseables, que no tendrían que estar allí, habían encontrado su refugio, su nido, su hogar en un viejo árbol en medio de la ciudad, luchando por sobrevivir en medio de condiciones bastante adversas. Ellas no lo saben, pero sus grititos de cotorras por un momento me hicieron olvidar la vorágine de los motores de la calle, su aparatoso nido desvió mi mirada de los edificios y el hormigón, el vuelo hacia su guarida fue una ráfaga de aire fresco para mí, que me recordó que mirar hacia arriba puede ser siempre edificante, pues como dice la canción "Si Él cuida de las aves, cuidará también de mí" (Mateo 6:26).

Os invito a aprovechar esta tarde de sábado para pasear mirando hacia arriba y compartir este pensamiento con vuestras familias... ¡A ver qué descubrís!

¡Feliz sábado!

 


Contacto

Bosque.d'Amor&Paz


«Para educar a un niñ@ hace falta la tribu entera Proverbio africano

«Instruye al niñ@ en su camino y ni aún de viejo se apartará de él Prov. 22:6