Paseo XIX: Dúo de Verano en Sol m

Paseo XIX: Dúo de Verano en Sol m

«Fijaos en la higuera y los demás árboles. Cuando veáis que comienzan a echar brotes, conocéis que el verano ya está cerca.» Lucas 21:29,30 (versión La Palabra)

Imaginaos: una tarde de calor intenso, el sol brilla en su cénit, todo parece ir a cámara lenta por el sofoco… De repente oímos el canto de algunas aves, la tórtola, el jilguero, el cuco, que nos alegran el caluroso paseo. Una ráfaga de viento arrebata sus cantos y anuncia la próxima tormenta veraniega. Nos cruzarnos con un pastor que se lamenta por la inminente lluvia y miedoso corre a resguardarse. Otra ráfaga de viento nos empuja también a cobijarnos y a continuación varios truenos rompen el firmamento mientras el pastor sigue temeroso. Una nube de insectos voladores huidizos revolotean intranquilos por la tormenta, mientras comienzan a caer las primeras gotas, a la vez que los rayos de sol siguen brillando con fuerza…

¿Os lo habéis imaginado bien? ¿Verdad que os ha resultado familiar? Quizá habéis vivido de cerca una tormenta de verano. Seguramente así la vivió alguna vez el compositor italiano Antonio Vivaldi, de modo que se inspiró en una tormenta así para componer su Concierto nº 2 en sol menor, RV. 315, también conocido como “El Verano”, el segundo concierto de los cuatro que forman su famosa obra “Las cuatro estaciones”. Y sí, lo habéis adivinado, la descripción que os he invitado a imaginar al principio corresponde a los tres movimientos, Allegro non Molto, Adagio y Presto de este “Verano” musical. Os invito a hacer la prueba con vuestras familias: cerrad los ojos y concentraos al escuchar la orquesta, el solista, la sucesión de melodías, los cambios de tiempo…

¡Ya estamos en verano! En el bosque, en la naturaleza en general, se viven las diferentes estaciones de un modo especial. Aunque el entorno es el mismo, el paisaje ha cambiado su color, su ambiente, su luz de una estación a otra. Y el verano, estaréis de acuerdo conmigo, ¡es una estación fabulosa! Todo anima a ver las cosas con más optimismo, el día es más largo, da tiempo a hacer muchas de las cosas que sin vacaciones no podríamos disfrutar, el surtido de frutas alegra vista y paladar, jugamos, sudamos, nos refrescamos, reímos, trasnochamos, charlamos… todo parece indicar que disfrutamos de la vida.

En su obra “Las cuatro estaciones del matrimonio”, el Dr. Gary Chapman, autor cristiano de renombre, pastor y consejero matrimonial, describe las vivencias en el matrimonio usando las figuras de las distintas estaciones del año. Y precisamente el verano le sirve de analogía para ilustrar la etapa de la vida donde la pareja vive un relación madurada cual fruta estival, cómoda entre sí, segura, optimista, satisfecha, unida, con confianza, aceptando las diferencias, habiendo alcanzado los sueños de una primavera de amor y agradecidos a Dios por el mutuo goce. ¿No es hermosa la descripción?

Podemos volver a cerrar los ojos e imaginar la vida de una familia así… ¡Más que en verano parecería estar en el mismo cielo! Quizá cuando hagas el ejercicio te venga a la mente la imagen de una pareja joven, recién casados, tras su maravillosa luna de miel, con amplias sonrisas y miradas de complicidad cada vez que se cruzan por el pasillo, paseando bien agarrados uno al otro… Al comienzo de esta primera semana de estío asistí con mi familia a la boda de una gran amiga con un viejo amigo, ambos muy queridos. ¡Fue un enlace precioso y tan especial! Son la viva imagen de un luminoso verano de amor y felicidad.

Pero no limitemos la imaginación, seguid dejándola volar y buscad más parejas así, más matrimonios felices, más familias en verano… Por qué no imaginarlas, por ejemplo: esperando en el porche de la casa, meciéndose en balancín al calor de la tarde, acompañados por Vivaldi como suave banda sonora girando en la antigua gramola, con un libro uno y una revista otro, las gafas a mitad de nariz con algún mechón, cano ya, columpiado por la brisa del abanico acariciando una arrugada mejilla, y un viejo mastín gris acostado a sus pies ensoñado más por el bochorno que por los años, que no son pocos, mientras con emoción camuflada de paciencia esperan la vacacional llegada de los hijos mayores, que traerá una irrupción de frescura con el jolgorio de risas de sus nietos queridos...

Mientras hacéis planes para disfrutar un verano en familia, puede ser buena ocasión para recordar historias de cómo se fundó vuestra familia, cómo os conocísteis los padres, ver fotografías de la boda, el nacimiento de los hijos, los abuelos, los tíos y primos, las excursiones veraniegas, etc y comentad cómo ha ido creciendo y madurando esta familia, pasando quizá por diferentes estaciones vivenciales, pero con la ayuda del Señor retornando al verano de amor y paz. Puede ser constructivo intercambiar ideas sobre cómo conseguir mantener entre todos los miembros de la unidad familiar el ambiente de cariño, respeto y calidez para vivir el mayor tiempo posible como en verano… Pero volvamos a cerrar los ojos e imaginar a la pareja que hemos dejado dormitando la lectura en su porche…

Al final de un párrafo, toma un respiro para levantar la vista, recolocarse las gafas con el dedo, acariciar tiernamente al que se ha quedado más dormido que el mastín, con el libro abierto y el abanico caído, para susurrarle con voz entrecortada de emoción:  -“¡Mira, cariño, parece que ya oigo el coche! ¡Qué magnífico verano nos espera!”. Y guiñando el ojo recibir la respuesta satisfecha y pícara a la vez. -“¡Otro más, cielo! ¿Cuántos veranos van ya?”. -“Todos, mi amor, todos”.

Que el Señor os bendiga con un perenne verano a dúo. ¡Feliz sábado!

 


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«Para educar a un niñ@ hace falta la tribu entera Proverbio africano

«Instruye al niñ@ en su camino y ni aún de viejo se apartará de él Prov. 22:6